lunes, 21 de diciembre de 2009

Diferencias entre largo y grande (uy qué título más desafortunado)

Si la vida fuera eterna no pondríamos en ella la misma intensidad. Lo que da sentido a la vida y lo que permite disfrutarla es su carácter efímero, nos dice Punset. Es como el chiste que me contaron esta semana:

             Un médico le dice a su paciente:
            - "No coma grasas ni azúcares, el fumar lo tiene prohibido, olvídese del sexo y del alcohol. Reposo absoluto, se acabó el viajar". 
           - "¿Y con eso viviré más?". Le pregunta el paciente.
           A lo que el médico contesta.  "No pero se le va hacer de largo...".

Sin la presión de la mortalidad, no hubiéramos avanzado como lo hemos hecho. Podríamos ser inmortales y tener una vida larga o podemos ser mortales y gozar de una vida grande. Ésa es la diferencia entre largo y grande, y no otra (de verdad). Esto no es un ensayo general sino una representación única, podemos equivocarnos pero no podemos dejarlo de intentar. Podemos errar pero no podemos dejar de ilusionarnos. Es Navidad, para muchos un tiempo de mentira, para otros un tiempo único. En cualquier caso, no olviden que después de Navidad sigue el 7 de enero, que es otro día único y luego la primavera, los helados del verano, el campo en otoño y otras Navidades en el 2010, exprima el momento, vaya a por todo ello o a por lo que quiera pero no deje de ponerle intensidad a su vida. Felices Fiestas, les dejo con la maravillosa entrevista de Eduard Punset para el que tenga tiempo en estas vacaciones.


domingo, 13 de diciembre de 2009

De los picos de Jerez y otros destinos.

Me meto en el supermercado, el Sainsbury´s, que abre hasta las diez. Todos los dependientes me son exóticos. Me llena la bolsa un señor muy mayor que trabaja para poder completar una pensión irrisoria. No hay carnicería ni pescadería, en la sección de platos preparados diversas recetas indias. De todos los productos venden la versión "normal" y la versión orgánica.

Sigo comprando, junto a las películas venden las inconfundibles patatas fritas Tyrrels, avinagradas, tan adictivas como las patatas fritas que me ponen en cualquier bar del Retiro. Si me traigo las bolsas de casa me dan dos puntos en la Nectar Card, con 1000 puntos tengo dos libras y media para poder gastar.

Busco la leche pero toda es fresca, hay más clases que en España, muchas más, entera, desnatada, semidesnata, con un 1% de grasa, con 0,1%... cojo la botella de las cuatro pintas para que me dure varios días, aunque aqui la leche caduca antes. Paso por la sección de vinos, los españoles no ocupan un lugar preeminente. ¿Dónde venderán los bizcochos de soletilla?. Seguro que aqui no habrá, como el Colacao.

Termino la compra, paso por la sección delicatesen y allí están: los picos de Jerez, solo queda una caja a casi 3 libras. Si supieran que en mi país los picos de Jerez se venden en cantidades mucho más grandes y mucho más baratas y no son considerados un producto de gourmet. Y así me vuelvo a casa, pensando en que debiéramos ver la vida con ojos de turista o de niño, es decir, siempre ilusionados, considerando que los picos de Jerez son una delicatessen como el poder darnos un paseo o leer el periódico o desayunar en la cafetería de al lado del trabajo. Cuando uno viaja todo le va bien, cuando uno está de vacaciones todo le va bien, en el día a día se trata de pasar, qué horror, mañana es lunes. Los picos de Jerez son una delicatessen, qué bueno, los lunes también.

Definitivamente me quedo con la visión del turista o del niño, para ellos la rutina es un asunto de sorpresa, la normalidad algo a descubrir todos los días y algo tan normal como los picos de Jerez o jugar en el parque son una delicatessen. Me voy a la caja con los picos en cuestión, pagaré por ellos un precio desorbitado, esta ocasión lo merece, mañana también...

domingo, 6 de diciembre de 2009

Todo cambia para seguir siendo lo mismo.

Hace veinte siglos, teníamos los mismos problemas que hoy en día, afrontábamos desafíos parecidos a los de ahora. Hace 20 siglos, nos movían motivaciones similares a las existentes en la actualidad y nos atormentaban preocupaciones no muy diferentes a las que hoy nos acechan. Todo cambia.

20 siglos atrás no podíamos recorrer el mundo en un día, ni comunicarnos con cualquier persona en cualquier punto del planeta. 20 siglos atrás, el mundo no tenía nada que ver con este otro mundo en el que ahora vivimos. Vivíamos menos tiempo y con una peor calidad de vida. Todo cambia, nada permanece.

Somos capaces de doblar el conocimiento que tenemos en un corto período de tiempo. Cada vez avanzamos más y más rápido. El correo electrónico ya empieza a dejar de ser una tecnología moderna y está empezando a ser sustituido por otros medios como Tweeter o Facebook. Todo cambia, nada permanece y además ello se produce de una forma rápida.

Eso es básicamente en lo que consiste vivir, en cambiar rápido, en adaptarse, en seguir adelante, somos supervivientes. !Rápido¡, no bajes la guardia, si no, te quedas fuera. No tengas miedo a la inestabilidad, al cambio, a la creatividad, ése es nuestro hábitat natural. Definitivamente, todo sigue igual. Vivimos en el mejor de los mundos posibles afrontando los mismos problemas que hace 20 siglos. Vivimos en medio de un mar de paradojas y ésta es la principal, la de que todo cambia y el mundo sigue siendo el mismo lugar. Todo cambia, nada permanece, para seguir siendo lo mismo.



martes, 1 de diciembre de 2009

Historia de un botón.

Un botón es algo realmente insignificante si no te paras a pensarlo. Todos los días nos abrochamos unos cuantos de una forma mecánica y absolutamente inconsciente, ignorando la fantástica tecnología que se esconde tras un botón. Ésta es la historia de un botón de nácar:

"Déjale marchar, vamos, no le cortes las alas a tu hijo, total son dos años sólo". Con esas palabras convenció mi tío Josiah a mi padre para que me dejara embarcar en el segundo viaje del HMS Beagle por el mundo. Zarpé el 27 de diciembre de 1831, dejando atrás las lágrimas de mi madre por no poder pasar con ella la noche de fin de año. Yo esperaba verla dos años después, ignorando que el destino me tenía guardado un fabuloso viaje por todo el mundo de casi... 5 años.

"¿Por qué te llaman Jemmy Button?", le pregunté nada más zarpar a un indígena que nos acompañaba en el viaje y que nos serviría de intérprete con algunos nativos de América del Sur.

"El capitán dice que me nombraron así porque les dio un gran boton de nácar a mi familia para que me dejaran marchar pero me parece a mi que lo dice para evitar ser juzgado por secuestro". Pronto entablé amistad con Jemmy Button, el indígena que había sido educado durante un breve tiempo en la cultura británica. Me di cuenta que la cultura y la educación pueden hacer refinar tanto al ser humano como la falta de ella asilvestrarlo y hacerle un salvaje miserable y degradado. Todo lo hace la educación. A las personas nos pasa lo mismo que a los animales, nacemos salvajes y nos domesticamos por medio de la cultura y la educación.

Al llegar a Tierra de Fuego, Jemmy Button volvió con los suyos y yo tenía la firme esperanza de que hiciera un gran trabajo de evangelización y educación con los de su tribu. Le volví a ver un año más tarde y le dije: "¿Qué te vuelves a Inglaterra?, nos tomaremos un té y podremos salir a cazar zorros si quieres. Te puedo presentar gente en la Universidad que te ayude a completar tus estudios, además podrás visitar Europa y ver mucho mundo", le pregunté firmemente convencido de sus ganas de volver a Inglaterra. En cualquier caso, algo había cambiado en él, ya no era el mismo.

"Querido Charles, qué poco me conoces. Me acabo de casar, visto apenas con un taparrabos y aqui, entre la gente de mi tribu, he conocido la felicidad. Si volviera allí sería infeliz. Sé que a tus ojos soy un salvaje, inferior a ti pero yo soy feliz así".

Soy Charles Darwin, nací hace 200 años y fui el creador de la ciencia de la biología. Formulé la teoría de la evolución y del origen de las especies, despejando a la humanidad de uno de sus mitos más antiguos y lo que nunca comprendí es como Jemmy prefirió vivir como un salvaje a disfrutar de la civilización. Definitivamente, ese viaje a bordo del Beagle cambió mi vida. Fue un viaje en el que trabajé como nunca lo había hecho y por el que no percibí ni un penique, pero que me cambió radicalmente mi visión de las cosas. Descubrí que hay otras formas de vida que a otros les puede gustar. A pesar de que a mi no me parezcan apropiadas, he decidido no juzgarlas, no vaya a ser que el que esté equivocado sea yo. Con todo, yo prefiero vivir de forma civilizada, en Inglaterra y con botones...