domingo, 13 de julio de 2014

La educación prohibida

Todos pensamos que la educación es lo más importante. Es la forma que tenemos de que la especie humana siga mejorando y progresando. Sin embargo, los colegios son espacio de tedio y aburrimiento, un maestro delante de una pizarra, dando clase, sin participación de los alumnos, sin que intervengan durante años si quieren no intervenir.
 
Recientemente, he oído que en Japón lo que propugnan ahora es desaprender lo aprendido. El mundo ha cambiado y cambia a tal velocidad que nada de lo que aprendimos nos sirve o servirá. Hagamos las cosas de nuevo, desde cero, como si nunca las hubiéramos hecho. Otro efecto Zeigarnik para añadir al post de la semana pasada: vomitamos conocimientos para aprobar un examen, una vez pasado el examen, llegadas las vacaciones olvidamos lo que hemos aprendido. ¿Es esto válido para educar a alguien?. ¿Qué le queda al niño una vez guardamos su boletín de notas en un cajón?.
 
¿Son los niños comparables?. ¿Se pueden estandarizar las capacidades?. Si así fuera, ¿se puede hacer en una escala del 1 al 10?. Einstein era un estudiante de menos de 5, cateaba siempre. Sin embargo, el 98% de los niños hasta los cinco años pueden ser encuadrados en la categoría de genio, quince años más tarde solo el 10% mantiene las cualidades de un genio. Estamos fallando en algo. No somos facilitadores del talento.
 
Nos educan para competir, para la guerra, no para la cooperación. Si eres bueno en matemáticas, afronta la decepción, tu media no será buena porque en lengua o historia tendrás un 4, aparte de que nadie te enseñará que eso que sientes en tu interior te puede impulsar o destruir, ignoramos las emociones. Nos educan en el miedo, miedo a no ser nada en la vida, miedo a no seguir el camino marcado aunque eso suponga alejarnos de nuestras vocaciones, sueños o emociones. Les repito, por tercera vez, no nos educan en las emociones, no sabemos perder ni ganar, afrontar la frustración, gestionar el éxito o la euforia. Primero fue la acción y luego fue el conocimiento, pero en la escuela es al revés. De la escuela a la secundaria, de la secundaria a la universidad, de la universidad a un máster u oposición y de ahí, con suerte, a un trabajo, ¿por qué? ¿para qué?. Y mientras seguimos con una educación uniforme, con recortes, exigiendo a los maestros que sean los padres de nuestros hijos pero sin darles la autoridad para ello porque los únicos que pueden educar bien a un niño son sus propios padres.
 
No siempre hubo educación, es algo inventado y creado por el hombre. Exactamente en la Prusia del siglo XVIII, en el despotismo ilustrado, para crear ciudadanos en cadena, homogeneizando sentimientos, creencias, capacidades y talentos, en un ambiente de disciplina y de falta de discusión, creando un ejército, un paquete, una masa de obedientes súbditos. Ése es el origen de la educación pública y fue un gran avance, avance que no hemos tocado ni mejorado en siglos. Ese origen, ese modelo, sirvió luego para que los trabajadores de las fábricas industriales aparcaran a sus hijos mientras iban a trabajar, y así seguimos. Por eso ahora resulta que las vacaciones escolares de nuestros hijos nos suponen un problema.
 
No es cierto que haya que trabajar mucho para poder vivir, no es cierto que haya que sacrificarse para ser algo en la vida, sí hay que esforzarse pero no sacrificarse si nos dedicáramos a aquello que realmente nos gusta. Se nos olvida vivir, hacemos las cosas de forma automática, sin interés ni curiosidad, un día tras otro, sin digerir nada, simplemente tragando, un día tras otro, creyéndonos el modelo inventado. La educación es una inmensa cadena de montaje de personas que queremos que sean normales, como si hubiera alguien normal. Sin embargo, muchas de las cosas que aprendemos, lo hacemos por instinto y a través del juego y no en una fábrica de ciudadanos normales. ¿Cuándo se termina de aprender?.
 
Otra forma de hacer las cosas es posible y siempre se puede hacer mejor. Y ciertas verdades solo se pueden decir llorando, son tan verdad que solo se pueden decir emocionándose (vean a las dos horas y 10 minutos de este video cómo se emociona el profesor que habla), amen a los niños. Se puede estar o no de acuerdo con muchas de las cosas que se afirman en este documental pero, por favor, mis queridos monos del Senegal, no dejen de verlo: