Esta semana, una amiga colgó un vídeo en su página de facebook que me recordó una bonita historia. Bebo Valdés, uno de los más grandes músicos que he escuchado y a quien admiro por su talento, se marchó de Cuba en 1960, una vez Fidel Castro tomara el poder en la isla. Allí dejó a su hijo Chucho, otro excelente pianista, a quien ya no volvió a ver por mucho tiempo. En la actualidad, Bebo Valdés cuenta con 90 años y, desde los 76 años, y tras unos 30 años de relativo anonimato, ha conocido, por fin, el éxito con su arte.
Primera conclusión de esta historia, nunca es tarde para conseguir un sueño, se ha de ser perseverante y confiar en que las cosas saldrán bien, ya sea a los 76 años o a los 98.
Bebo y Chucho dejaron de verse, de hablarse, pasaron muchos años, ambos dedicándose a lo mismo pero sin saber nada el uno del otro. Sin embargo, hace unos años se reencontraron y se reconciliaron si es que éste es el término adecuado para decir que retomaron su relación, no pudiendo renunciar a su condición de padre e hijo.
Segunda conclusión de esta historia, nunca es tarde para dar una oportunidad a alguien, para no juzgarle. El hijo se podría haber perdido en reproches al padre o al padre podría haberle resultado tremendamente incómodo reencontrarse con su hijo Chucho, más aún ahora que, por fin, disfrutaba de un éxito unánime. Yo qué sé lo que podría habérseles pasado por la cabeza para no reencontrarse.
Sin embargo, cuando se reencontraron solo hicieron lo que cada uno mejor sabe hacer, tocar el piano, improvisar y crear la magia que siempre se crea cuando un pianista cubano se sienta ante las teclas de un piano. Qué buena es la música cubana. Os dejo con el video que puso mi amiga, un placer de seis minutos y medio.
Primera conclusión de esta historia, nunca es tarde para conseguir un sueño, se ha de ser perseverante y confiar en que las cosas saldrán bien, ya sea a los 76 años o a los 98.
Bebo y Chucho dejaron de verse, de hablarse, pasaron muchos años, ambos dedicándose a lo mismo pero sin saber nada el uno del otro. Sin embargo, hace unos años se reencontraron y se reconciliaron si es que éste es el término adecuado para decir que retomaron su relación, no pudiendo renunciar a su condición de padre e hijo.
Segunda conclusión de esta historia, nunca es tarde para dar una oportunidad a alguien, para no juzgarle. El hijo se podría haber perdido en reproches al padre o al padre podría haberle resultado tremendamente incómodo reencontrarse con su hijo Chucho, más aún ahora que, por fin, disfrutaba de un éxito unánime. Yo qué sé lo que podría habérseles pasado por la cabeza para no reencontrarse.
Sin embargo, cuando se reencontraron solo hicieron lo que cada uno mejor sabe hacer, tocar el piano, improvisar y crear la magia que siempre se crea cuando un pianista cubano se sienta ante las teclas de un piano. Qué buena es la música cubana. Os dejo con el video que puso mi amiga, un placer de seis minutos y medio.
2 comentarios:
A menudo escuchamos: "Perdono pero no olvido". No comparto esta opinión. Para mí "perdonar es olvidar". Ahí es donde se demuestra la grandeza. El saber hacer tabula rasa de tiempos pretéritos sin reproches. Se necesita mucha calidad humana para ello (el rencor planea casi siempre por la mente) pero lo otro (perdono pero no olvido) es una justificación para poder dormir tranquilo y dar la sensación de buena persona que para mí es falsa. O sea perdona, o no se perdona. No hay medias tintas.
Gracias Paco, eso es justamente lo que trataba de comunicar esta semana y lo has expresado perfecto. Estoy totalmente de acuerdo. Nosotros, grandes defensores del punto medio, en esto no podemos reconocer ni medias tintas ni puntos medios, si se perdona se olvida. Un abrazo amigo y espero verte pronto.
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