domingo, 25 de enero de 2009

El extintor del acelerador de partículas

El pasado 10 de septiembre se inauguró el mayor acelerador de partículas del mundo, el gran colisionador de hadrones (LHC en sus siglas en inglés). La obra que ha tardado más de dos décadas y ha costado más de 6000 millones de euros pretende la explicación de todo, incluso el hallazgo de la partícula de dios, el bosón de Higgs, lo que no tengo ni idea qué significa.

El experimento, consistente en recrear el big ban a pequeña escala, la explosión que lo originó todo, supone el trabajo de más de 10.000 científicos y el esfuerzo conjunto de unos cuantos países. La noticia originó gran revuelo en su día porque este viaje a lo desconocido implicaba una pequeñísima posibilidad de producir un agujero negro, es decir, la posibilidad de que nosotros mismos creáramos el fin del mundo.

Meses después, y aún habiéndose interrumpido su funcionamiento por una avería, nos hemos olvidado de tal posibilidad y seguimos con nuestra vida diaria, acostumbrados incluso al fin del mundo. Sin embargo, lo que más me llamó la atención fue una foto que mostraron en un programa de televisión de humor y en la que aparecía el acelerador de partículas y un extintor de emergencia en la pared (véase fotografía de abajo en la pared de la derecha), como si en el caso de que se produjera el fin del mundo lo pudiéramos apagar con un extintor. Me pareció tremendamente optimista.

A menudo consideramos que lo probado científicamente tiene un valor absoluto, es fiable al 100% pero la ciencia, como es humana, es errada, aproximada. Una teoría que se creía verdadera es superada por la siguente que la completa o la supera. Cuando se creía que el hombre desciende del mono se descubre que los monos a su vez descienden de microorganismos que se adaptaron a condiciones imposibles para la vida y éstos a su vez de una explosión y la explosión veremos de dónde sale ahora y eso a su vez de.... y así sucesivamente. Nunca llegamos al fin, siempre hay un paso más y eso hace que lo que se había demostrado o se creía cierto sea superado por otra fase nueva del conocimiento y así será siempre.

Eso ha de hacernos ser optimistas, la tarea que tenemos es inmensa e inacabable, nos queda todo un universo por conocer, del que no sabemos ni un 1% y ahí seguimos, empeñados en conocerlo todo. Si ante el fin del mundo estamos armados con un extintor ante el universo estamos armados con nuestra curiosidad. Despreocupados y curiosos, la combinación perfecta para crecer y conocerlo todo, y, por lo demás, no teman, si al final llegamos al fin del mundo, habrá al menos un extintor que nos defenderá.



domingo, 18 de enero de 2009

¿Quiere vivir más tiempo?


¿Quiere vivir más tiempo del que debiera? A menudo vamos corriendo a todas partes como si nos faltara el tiempo, es fácil oírnos decir: "es que no tengo tiempo para nada", "entre el trabajo y la familia no puedo hacer nada más". Somos un puro error. Nos basamos en nuestras percepciones y éstas son erróneas. El mismo concepto del tiempo, que rige nuestras vidas, es una convención que nos hemos inventado nosotros mismos pero, en realidad, el tiempo no existe.

Los egipcios y los babilonios, hace unos 5000 años, se inventaron un concepto de tiempo para regular la actividad agrícola. El ciclo de la luna sirvió para inventar los meses y el paso de las estaciones para crear el concepto de años. En aquel tiempo se conocían cinco planetas que, junto con el sol y la luna, dieron lugar a los siete días de la semana.

Percibimos el tiempo a través de nuestros sentidos y eso es un reto para nuestro cerebro ya que hay partes (el oído) que recopilan la información antes que otras (la vista) y es el cerebro el que tiene que procesar toda la información que, además, no le llega a la vez. Esto hace que siempre vivamos en el pasado.

Nuestra percepción de la vida va por detrás de la realidad, el tiempo no existe, solo existe el pasado, lo que percibimos pero que ya ha pasado, a lo que hemos accedido a través de nuestra percepción. Y en todo ese proceso cerebral podemos modificar el tiempo según las circunstancias y sin que nos demos cuenta. Estudios neurológicos han demostrado que, cuando una experiencia se repite muchas veces, las neuronas encargadas de registrarla se van activando cada vez menos, como si se acostumbraran a ella y tuviesen que trabajar menos para poder representar dicha experiencia en la mente.

Así, el cerebro consume menos energía pero nos creemos que la experiencia repetida dura menos tiempo de lo que, en realidad, duró. Por eso cuando vemos una película por segunda vez nos parece más corta o un mismo recorrido nos parece más corto la segunda vez que lo hacemos.

E igual pasa con los años, a medida que nos sumergimos en la rutina de la vida diaria y nos hacemos mayores se nos pasan cada vez más rápido. Por eso cuando uno es niño los años son eternos, porque todo es nuevo y cuando uno se va haciendo mayor el tiempo vuela, cada vez la realidad sorprende menos a nuestro cerebro y activa menos las neuronas. Sin embargo, no todo está perdido ya que, de la misma manera que la repetición de experiencias acorta nuestro tiempo subjetivo, el hacer cosas nuevas lo alarga. Eso también explica que en vacaciones tengamos la sensación de que el tiempo se expande y nos da tiempo a hacer muchas más cosas o de que, al menos, los días son más intensos.

La clave está en hacer cosas nuevas todos los días si quiere activar la particular fábrica de tiempo que hay dentro de nuestra mente. Ya sabe, la peor gestión es la que no se hace así que pruebe ese restaurante que reserva para ocasiones especiales, viaje a ese país que nunca se atrevió, monte por fin en el teleférico que tanto le aterra, proponga planes novedosos a sus amistades de toda la vida al tiempo que se esfuerza por conocer nuevas personas, invente, pruebe, cree pero no se repita, no caiga en la rutina y así tendrá la sensación de haber tenido una vida larguísima por más que aún le queden muchos años por delante. En definitiva, añada vida a los años y no años a la vida si quiere vivir más tiempo.

El tiempo no existe, deja huellas como las canas o las arrugas pero no existe así que no vuelva a decir que le falta tiempo. Les dejo con el programa 20 de Redes titulado ¿qué es el tiempo?

domingo, 11 de enero de 2009

Feliz Cumpleaños Tintin


Las aventuras de Tintin cumplen 80 años. Como muchas otras cosas buenas, las conocí a través de mis hermanos, auténticos fanáticos del personaje. De hecho, estoy convencido que uno de ellos ha querido emular en su vida los pasos de Tintín sin ser consciente de ello. El caso es que las aventuras de Tintín, como todo lo genial, se adelantaron a su tiempo y siguen de plena actualidad, enseñándonos importantes lecciones:

1.- La solidaridad por encima de otras cosas. El mal que existe en el mundo no lo causan las malas personas, lo causan las buenas personas que lo permiten y, para eso, no cuenten con Tintín, siempre dispuesto a ayudar.

2.- La vida es para ser vivida no para cuidarla ya sea en el Congo, el Tíbet, Sildavia, Sidney o la Luna pero nunca aburrido en casa.

3.- Los amigos también hay que cuidarlos por más que sean capitanes borrachos, sabios despistados o policías torpes.

4.- A los niños se les puede enseñar todo si es de la forma apropiada. Que con ocho años te interese la revolución de una guerrilla en Sudamérica o el problema del petróleo en el mundo no es porque seas precoz es porque te lo presentan de una forma adecuada.

Gracias Tintín por los buenos años de infancia que me proporcionaste.

domingo, 4 de enero de 2009

la incertidumbre de vivir fuera de tu país


"¿Cuántos años llevas por aqui?" 39. "¿Y piensas volver?" "Sí, estoy deseando jubilarme para regresar" o "no, aqui tengo mi vida" son las dos respuestas que he escuchado y es que, cuando uno sale de su país, ya no sabe qué va a suceder. Esto es como las obras de una casa, se sabe cuándo se empieza pero no cuándo se acaba.

He conocido gallegos que se fueron para tres meses y llevan 39 años fuera de su país. Sevillanas que se marcharon a estudiar seis meses y viven desde hace 10 años con su novio finlandés en Manchester y que, cuando se paran a pensar motivados por tu pregunta, ven que han optado por un viaje muy distinto a lo que, en principio, tenían pensado.
 
Dicen que la frontera en la que dejas de ser de tu país para no serlo tampoco de donde vives son los 10 años y ese tiempo a muchas personas se les ha pasado en un suspiro. Cuando uno se marcha comienza la incertidumbre, París, Roma, Tokio, Nueva York o Ávila, uno ya no sabe dónde va a vivir, de dónde va a ser y comienza a tener dos carteras, dos móviles, dos monederos, apreciando lo bueno de dónde vive y lo bueno de dónde nació.

En realidad, poca diferencia hay con quien se queda toda la vida en el pueblo, dado que la vida en sí misma es una pura incertidumbre. Sin embargo, quien vive fuera de su país ha de ser más consciente de esa incertidumbre, al tener que percibir más claramente las cuatro partes en que nos dividimos, una con todo aquello que conocimos, otra con todo aquello que estamos conociendo, una tercera compuesta de todo aquello que aún queda por conocer y una cuarta con todo aquello que estamos dejando de conocer. Esas cuatro partes se perciben, como os digo, mucho más claramente desde el exterior.

Sin embargo, poco importa esa incertidumbre, el tiempo ya se encargará de que tengamos buenas experiencias, ya sea en Pekín, Nápoles, Trípoli o Sidney.