domingo, 23 de mayo de 2010

En la cuerda floja.

Esta semana he repasado el blog y me doy cuenta que tanto se pueden defender todas las ideas que he vertido como sus contrarias. Eso es lo que ocurre cuando alguien te da un consejo, que, en la misma situación, podrían darte el consejo completamente opuesto y también sería aceptable. "Si tienes un sueño, una pasión, lucha por ello", pero también es aceptable que te digan "relativiza las cosas, no te compares".

"Viaja y ábrete la mente" es un buen consejo pero también sería aceptable que alguien te aconsejara "no ambiciones nada, rodeáte de los tuyos que es lo importante, la familia". "Si dudas en hacer una cosa, lánzate a hacerla", sí claro pero "el fin, no justifica los medios" o "ten en cuenta a los demás y sus preocupaciones". Siempre andamos en la cuerda floja, nunca estamos ciertos de nada, la experiencia es lo que se tiene cuando ya no se necesita, ¿quién está preparado?.

"Man on wire" cuenta la historia de Philippe Petit, un hombre que tenía un sueño y no paró hasta conseguirlo. Es una excelente película que me sugiere que nada es perfecto, ni siquiera conseguir los sueños que uno tiene. De ahí que cualquier tipo de consejo sea aceptable. Ahora bien, habiendo dicho esto, creo que es importante tener proyectos por los que luchar, metas a las que llegar y sueños que cumplir, y que todo ello es más importante que el hehco en sí de conseguir lo que nos propongamos,  es decir, que es independiente del resultado que obtengamos, ya sea exitoso o errado. Es más, suele ocurrir que el éxito nos deja vacíos pero la lucha no.

 "Parecía que íbamos a morir pero íbamos a vivir". "Había una señal para indicar que estábamos preparados pero no para indicar que no lo estábamos". "Si moría, que muerte tan hermosa, morir en el ejercicio de tu pasión". Todas ellas son ideas de "Man on wire". Siempre andamos en la cuerda floja, todos somos funambulistas. "Man on wire".

domingo, 16 de mayo de 2010

De las pérdidas y otras ganancias.

¿Han visto las semillas que hay en la ciudad?. Lo inundan todo de estornudos, lágrimas y ahogos. Es como un manto que lo cubre todo, que atora alcantarillas y desagües. Qué derroche y qué gran lección. ¿Se han dado cuenta de que la naturaleza se basa en el principio del derroche?. ¿Que hay que crecer para el próximo año?. Lo inundo todo de semillas. Doy sin medida para que alguna de los trescientos millones de semillas que circulan por el aire sirvan, al menos una, para algo. Me ato los cordones en Londres y me veo una de esas semillas que hay por Madrid, ha viajado conmigo más de 1500 kilómetros, qué derroche y que gran lección. 

Vivimos en una constante pérdida, como esos mil millones de millones de trillones de... semillas. ¿Se han dado cuenta de que vivir consiste básicamente en perder?. Se pierden los dientes de leche, se pierde la juventud,  se pierden ilusiones y proyectos y entonces nos sale una cana y no le damos importancia. Es una cana de juventud. Y, de repente o quizás no tan inmediatamente, se pierde una pareja o un amigo, nos cuesta ir adaptándonos a los deseos de los demás. Ganamos en comodidad y perdemos en ilusión, mañana no voy a correr que estoy cansado y no nos damos cuenta que se nos han ido ya un día, un mes, dos años, un trabajo, un país nuevo que visitar, otros 15 años.... una vida.

Perdemos aquellos veranos de tres meses, la vida de estudiante, la ilusión de las Navidades, perdemos abuelos y juegos divertidos. Perdemos paragüas y gafas, creencia en nosotros mismos y oportunidades, y tiempo, perdemos mucho tiempo, perdemos vecinos y recuerdos, preocupaciones y alegrías, desvelos e inversiones.

Con todas esas pérdidas, ¿se han dado cuenta de que vivir consiste básicamente en ganar?. Se ganan más amigos, nuevos proyectos o ilusiones, menos incomodidades y más consciencia, más conocimiento de qué es lo realmente importante, se ganan humildades y nietos, sobrinos y risas. Se ganan nuevas oportunidades con menos desvelos, se ganan curas y soluciones, tiempos y paseos. Me da a mi que será que tenemos que hacer como los árboles, derrochar semillas, errores e intentos hasta conseguir plantar un árbol y realizar alguno de nuestros proyectos, me da a mi que se trata de ir perdiendo y saber ir perdiendo para saber ganar con el tiempo.

domingo, 9 de mayo de 2010

De las tristezas malignas y los optimismos atávicos.

El hombre es el único animal con la capacidad de fastidiarse la vida. El ejemplo es bien claro. En la jungla, cuando una manada de leones hambrientos persigue a las gacelas y caza a una y la devora, el resto de las gacelas se para, vuelve a comer, a jugar, a la vida normal y se le olvida que vive en un entorno amenazante, inseguro e incierto.

El hombre, en el mismo caso, una vez cazado un hombre por los leones, sigue corriendo, muerto de miedo, se pertrecha de armas  y sigue huyendo de esos leones por si acaso vuelven a tener hambre, pasa noches en vela no vaya a ser que los leones quieran cenar. El hombre es el único animal con capacidad de fastidiarse la vida y de tener un 90% de preocupaciones que realmente no llegarán a darse en su vida. 

Vengo en el tren de camino del aeropuerto y comienzo a hablar con un argentino sobre la crisis económica. Le digo: "La Argentina ya no está tan mal, empezó a recuperarse, es un país rico, podrá salir". El argentino en cuestión me contesta: "Vos, no te engañés, la gente se acostumbró a estar mal, llevamos ya 10 años de crisis, por eso estamos mejor que acá, en Europa, estamos acostumbrados...". "Sí y como hay un punto en el que a peor no se puede ir...", le respondo. Y es entonces cuando me da una de las mejores lecciones que sobre economía he recibido: "Vos no te engañés", me repite, "sieeeeeeeeeempre se puede ir a peor...", la genialidad argentina en estado puro.
Hablamos hoy de la tristeza maligna, la que nos hace estar en guardia, preocupados, con presión. Al fin y al cabo, la superviviencia es un tema muy duro, más aún cuando el talento no asegura el éxito ni el éxito la felicidad. Muchas situaciones de éxito profesional no se traducen en éxito personal y a la viceversa también. No se puede tener todo en esta vida. La tristeza maligna, el pesimismo, bien encauzados no tienen por que ser negativos.

Frente a ellos, con todo, si miramos la historia de la evolución, la historia del hombre, ésta siempre ha venido presidida por una característica, nuestro optimismo, un optimismo atávico, un destino, una convicción de que íbamos a mejor. Sabiendo que vamos a morir, ¿qué nos impulsa a inventar el tornillo, el botón, a dominar el fuego, a inventar ordenadores, coches, aviones y un sinfin de comodidades?. 

Las cosas han sido tan duras, es tan difícil sobrevivir que o pensamos que somos capaces o nos hundimos, pensamos que el pasado fue mejor y que el futuro será más fácil que ahora, porque si no somos optimistas morimos ya. Hablamos hoy también del optimismo atávico, el que nos hace agarrarnos a la vida y crecer tanto que hemos sido capaces de llegar a la luna a pesar de que, cuando uno menos se lo espera, un volcán no le deja llegar a Santander. Si uno no es optimista, ¿cómo soportar un fracaso amoroso?. ¿Cómo vivir en un mundo con tanta hambre y tanta violencia?. ¿Como dar por rutinaria una tarde en el cine o una cena con amigos?. Somos grandes optimistas, ignorantes e inconscientes optimistas ajenos a la realidad y por eso mismo, sanos y salvo en esto del sobrevivir.

Mis queridos monos del Senegal, mezclen lo mejor del optimismo atávico con lo peor de la tristeza maligna, encuentren su punto medio y si ven leones hambrientos, !CORRANNNNNNNN¡.