Escribe mi amigo Paco muchas veces que vivimos en un mundo de apariencias, de falsedades y mentiras frente a las realidades verdaderas. Quizás la mayor mentira es cómo entendemos la Navidad. Poco tiene que ver con empachos, langostinos, champanes caros y regalos. La Navidad es un tiempo que debería pertenecer a aquéllos que están solos, sufriendo y a los niños y, especialmente, debería ser propiedad de quienes reúnen esta doble condición, es decir, que están sufriendo y que son niños.
Sin embargo, eso no es la Navidad que vivimos y que está más relacionada con loterías, anuncios de perfumes, cavas, luces, compras en grandes almacenes y reuniones familiares de auténticos desconocidos. Apariencias versus realidades como bien dice mi amigo Paco. No hablemos de niños que sufren ni de ancianos solitarios en Navidad por favor, eso nos incomoda profundamente siempre pero más en Navidad cuando todo ha de ser perfecto e idílico.
La Navidad, esa gran mentira cuyo espíritu hace tiempo que perdí y que cada año encuentro en el Hospital infantil del Niño Jesús en Madrid, en su misa del gallo. Este año me enseñó una gran lección, la de que la vida es sufrimiento, es pasarlo mal y sufrir y pasarlo bien y disfrutar y que, aunque no tengamos ganas de fiesta, en ocasiones nos las tenemos que inventar y acudir a la fiesta de todos modos.
Sin embargo, eso no es la Navidad que vivimos y que está más relacionada con loterías, anuncios de perfumes, cavas, luces, compras en grandes almacenes y reuniones familiares de auténticos desconocidos. Apariencias versus realidades como bien dice mi amigo Paco. No hablemos de niños que sufren ni de ancianos solitarios en Navidad por favor, eso nos incomoda profundamente siempre pero más en Navidad cuando todo ha de ser perfecto e idílico.
La Navidad, esa gran mentira cuyo espíritu hace tiempo que perdí y que cada año encuentro en el Hospital infantil del Niño Jesús en Madrid, en su misa del gallo. Este año me enseñó una gran lección, la de que la vida es sufrimiento, es pasarlo mal y sufrir y pasarlo bien y disfrutar y que, aunque no tengamos ganas de fiesta, en ocasiones nos las tenemos que inventar y acudir a la fiesta de todos modos.
La Navidad esa gran mentira sí pero mentira necesaria, al menos para reunirnos y darnos un abrazo aunque haya gente que siga llegando a dormir en pesebres y que no tenga sitio en esta sociedad. Claro que todo esto lo pienso a 10.000 metros de altura en un avión, otra mentira, como si los aviones pudieran volar...