domingo, 26 de octubre de 2008

Vanidad y felicidad son incompatibles.


Esta semana leí, en una entrevista a Blanca Portillo, esa maravillosa actriz española, la siguiente afirmación: "Vanidad y felicidad son incompatibles". No puedo estar más de acuerdo. Dicho de otro modo, cuando uno está volcado en sí mismo y en satisfacer sus propias necesidades, comodidades o deseos, tan sólo obtiene necesidades, comodidades o deseos cubiertos pero necesitamos de los demás para poder encontrar felicidad y el trato con los demás ha de ser desde la humildad.

No conozco un pasaporte que abra más fronteras que la humildad. Cuando uno dice no sé, siempre hay alguien dispuesto a enseñar. En la medida en que somos capaces de volcarnos en los demás, en ser abiertos a los demás, en interesarnos por el otro, en colocarnos en sus zapatos, igual nos complicamos la vida pero estaremos más cerca de la felicidad. La felicidad nos viene por los demás, no por nosotros mismos y, para acercarse a los demás, hay que hacerlo desde la humildad.

Hace dos semanas hablé con dos futbolistas internacionales, uno en pleno éxito y otro retirado hace pocos meses. El retirado ha tenido una carrera mucho más importante que el otro pero ya no deslumbra, ya no está en primer plano y, por tanto, pude hablar con él de forma mucho más relajada, contándome experiencias e ideas mucho más interesantes, quizás porque ya puede ofrecer una versión más humilde de sí mismo que cuando era el modelo idealizado de muchos aficionados al fútbol.

Ya lo decía Aristóteles, somos animales sociales y para acercarnos a los demás debemos ser humildes, no engreídos. Para generar cercanía nada como escuchar y para escuchar hay que ser humilde. Solo nos acercamos a los otros desde la humildad. Humildad y trato con los demás son términos compatibles, felicidad y humildad también.

El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define humildad como la virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento. Igual es demasiado inocente por mi parte pero cuando uno mismo y las personas de su entorno saben tus propios límites y debilidades y los aceptan y los aceptas, entonces ahí surge una relación verdadera, generadora de felicidad, la felicidad que nos da el cumplir con nuestra vocación de seres sociales.

jueves, 16 de octubre de 2008

British Museum


Si hace unas semanas elogiaba el google earth, en esta ocasión he de sorprenderme del google earth que se creó ya en 1753. El British Museum, al margen del monumento al expolio y la piratería que supone, es un sitio increíble. Se trata de un recordatorio del optimismo que supone el ser humano a lo largo de la Historia.

El British Museum muestra cómo las diferentes culturas que fuimos creando en las distintas zonas del mundo tuvieron similares preocupaciones, comportamientos e ideas. Religión, arte, instrumentos, el British supone un auténtico catálogo de nuestro paso por el mundo, a veces simplemente tratando de sobrevivir y, en la mayoría de ocasiones, tratando no solo de sobrevivir sino también de vivir y disfrutar. De cómo en sitios tan dispares como Grecia o la Polinesia tenían una idea de Dios, de religión, de cazar o de vestirse hasta cierto punto similar.

Además representa un homenaje a nuestros anteriores, y, en consecuencia, a nosotros mismos. Si ahora tenemos ordenadores y podemos volar a cualquier punto del planeta en cuestión de horas es porque alguien talló la piedra roseta o se dedicó a hacer el mausoleo de halicarnaso. Todo suma, nada se tira. Al mismo tiempo, también nos habla de lo mal que entendimos este negocio. Siendo mortales y fugaces, por lo general, a lo largo de la Historia, decidimos pegarnos e ir a la guerra en lugar de cooperar y beneficiarnos todos de esfuerzos y sinergias comunes. El British Museum no habla de otra cosa que de nuestro equivocado y apasionante paso por el mundo, un viaje violento, religioso, competitivo, codicioso pero también un trayecto artístico, creativo, brillante, original y genial.

El British nos da la oportunidad de hacer el viaje más lejano que podemos realizar, a cualquier parte del mundo en cualquier época de la Historia. En la actualidad, tiene una maravillosa exposición de Adriano, el emperador hispano que transformó el imperio y en los próximos meses ofrecerá un billete a Mesopotamia con la siguiente exposición que está programada. El mundo en una caja de zapatos, atesorando los recuerdos de uestra infancia, juventud y madurez. El British Museum la agencia de viajes más sorprendente que conozco y es gratis oiga.

domingo, 5 de octubre de 2008

Aprender a cocinar nos hizo humanos

Así se llama una de las entregas del programa redes de esta temporada (www.redes.tve.es). Ya ven, no fue el tener una especial sensibilidad o raciocinio, no es que seamos menos violentos o ilógicos que los animales, sino que lo que nos hizo crecer fue una olla.

En este interesante programa se nos explica que el hecho de empezar a cocinar la carne que cazábamos, nos proporcionó más tiempo libre y un mayor aporte nutritivo de lo que ingeríamos. Ya no necesitábamos tanto tiempo para hacer la digestion y dedicábamos un menor gasto energético a este proceso. Hace 1.900.000 años empezamos a reducir nuestros dientes y la caja torácica fue empequeñeciendo dado que comíamos comida elaborada.

Quizás todo surgió por nuestra tendencia a buscar la comodidad ya que es muy difícil comer carne cruda, ¿cómo te comes una vaca que acabas de matar sin cocinarla?. Empezamos dando martillazos a la carne, así sólo tardábamos en comer carne 2 horas en lugar de 5. Luego con el homo sapiens, empezamos a pasar la carne por el fuego y luego la seguíamos golpeando y así empezamos a ganar energía, necesitábamos menos esfuerzo para poder digerirla.

Eso nos llevó a acumular comida y generó la violencia. La violencia en la que vivimos no es producto de nuestra condición animal sino de nuestra inteligencia, empezamos a pelearnos por la comida cocinada que acumulábamos. Además, como bien nos demuestra este programa, la evolución no tuvo por qué ser así, un pequeño cambio en la ecología provoca un gran cambio en el comportamiento pero esto no tiene por qué ser así, podría haber sido de otra forma.

Y si no, piensen en los koalas, el mamífero más lamentable que hay. Según nos explica Enric González, en El País, el koala se alimentaba, hace 20 millones de años, de hojas muy diversas en las selvas australianas. Sin embargo, el clima fue enfriándose y las selvas fueron sustituidas por bosques de eucaliptos. Sus hojas tienen muy poco aporte nutritivo y son altamente tóxicas. Muchas especies se extinguieron con los bosques de eucaliptos y otras muchas se fueron a otras zonas pero los koalas decidieron quedarse y adaptarse (quizás, también como los humanos por comodidad) y lo que, en principio podría ser una virtud, saber adaptarse, llevada al extremo se convirtió en defecto.

Los koalas tuviero que desarrollar un microbio en sus intestinos que digeriera las hojas de eucaliptos. Con el tiempo, los koalas no nacían con ese microbio y desde los seis primeros meses de vida hasta al año, los koalas se pasan el día amarrados al ano de su madre succionando una especie de excremento rico en microbios. No parece una infancia muy envidiable.

Una vez desarrollado el microbio, el koala dedica 5 horas a masticar las hojas de eucaliptos más otra siesta de 18 horas para poder digerirlas, estando altamente irritable en todo este proceso. Esta dieta ha supuesto un constante empequeñecimiento del cerebro de los koalas. Un proceso totalmente distinto al de los humanos, lo que nos dice que la evolución no tiene por qué ser como ha sido. Como nos cuenta Enric González, si el ser humano hubiera seguido el proceso del koala, en lugar de tener un cerebro de 1,4 kilos, tendríamos uno de unos 100 gramos.

Mis queridos monos del Senegal (ver primer post de este blog el que no me entienda), cocinen y gasten tiempo en ello, terminarán ganándolo para hacer otras muchas actividades en su vida. Cocinen y encontrarán aún más pistas para seguir evolucionando a más y no a menos.