Enero de 2016, comienzo de un nuevo año, es increible cómo van cayendo los años, como hojas de un árbol, como pelos de la cabeza, poco a poco, inexorablemente, 2016, una vez más. Cádiz siempre me ha parecido un lugar especial y más aún la playa de la Barrosa, enero de 2016.
"¿Por qué no vais a comer al club naútico de Conil de la Frontera?", nos dijo alguien y allí que nos fuimos, cerca de un bosque de anclas y de un faro fronterizo, un sitio no fácil de encontrar pero al que merece la pena llegar.
Caballa de atún, pescado según el arte de la almadraba, 12 euros y Steve Jobs nunca estuvo aquí. Por un momento, lo tuve todo, sentado a una mesa comiendo con personas queridas, el sol entrando ligeramente por el ventanal de la terraza que daba a un puerto en calma y Steve Jobs nunca estuvo aquí.
Por un momento, el mundo me pareció un lugar perfecto. Es cierto que Steve Jobs fue un triunfador, un revolucionario, entiéndanme bien, no desdeño sus méritos ni logros pero por 23 euros reuní todo lo necesario para ser feliz.
Cierto es que el bueno de Steve Jobs dedicó su vida a cambiar la de los demás, cierto es que encontró una pasión a la que dedicar su vida pero no sé bien qué sacó en claro de todo ello y mientras la vida pasa, caen las hojas del calendario, como hojas de un árbol o pelos de la cabeza, pasan los días uno tras otro sin solución de continuidad. Cierto es que hay que tener un propósito en la vida, un objetivo por el que luchar, cierto es que no hay que relajarse pero la vida se nos va, y debemos disfrutar de ella. ¿Cabe despistarse un segundo del proyecto, apartarse del éxito por disfrutar de una fresca caballa de atún?. ¿Cabe apreciar un vino blanco con tomate y un buen aceite y un trozo de pan?
domingo, 24 de noviembre de 2024
Steve Jobs nunca conoció Conil de la Frontera
¿Y qué tendrá que ver todo esto? ¿Por qué mezcla a Steve Jobs y a Conil de la Frontera? ¿Por qué me habla de éxito y proyecto, de sentido de la vida y de atún encebollado? Pues simplemente porque me temo mucho que Steve Jobs no conoció Conil de la Frontera ni apreció un vino blanco ni conoció otras mil millones de cosas en la vida porque para poder tener el éxito que él tuvo, para poder lograr desarrollar un proyecto como el que hizo, muy probablemente no pudo conocer otra cosa que no fuera su obsesión. No pudo despistarse ni dejar de ser implacable en conseguir su obsesión, es decir, su éxito o viceversa.
Yo qué quiere que les diga, cuanto menos tiempo me queda de disfrutar, menos cosas me hacen falta para disfrutar. Otro día les hablaré de una cerveza bien fría con una bolsa de patatas fritas en el Retiro...
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contradicciones de los genios
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