domingo, 29 de junio de 2014

Del efecto Zeigarnik y otras eficacias.

Esta semana descubrí el efecto Zeigarnik que viene a consistir en la necesidad que tenemos los seres humanos en acabar las tareas que comenzamos. Una vez terminada, se nos olvida rápida y fácilmente pero mientras la tenemos como pendiente en nuestra cabeza nos supone una cierta tortura, un espacio de nuestra memoria empeñado, reservado y ocupado que no nos deja descansar. Parece como que fuéramos eficaces por naturaleza.

Es por eso que un camarero es capaz de recitar la comanda de más de 20 platos de memoria y que, una vez hecho, no se acuerde ni qué se le pidió ni quién lo pidió. Es por eso también que el puzzle si se comienza se acaba y que el maldito candy crush sea tan adictivo, ya que has llegado al nivel 89, ¿por qué parar?.

También es por ello que estamos enganchados a las series de TV y que un "continuará" haga que no nos olvidemos en toda la semana de que tenemos una cita pendiente con el próximo capítulo. Todo esto lo descubrió en 1927 una psicóloga rusa, Bluma Zeigarnik, quien constató que, al acabar la tarea, ésta se nos olvidaba fácilmente.

¿Y por qué les cuento todo esto?. Primero porque esta semana se me ha ocurrido que ese mensaje que tanto me gusta del "hay que hacer" es más cierto que nunca. Sólo cuando uno se atreve a hacer algo, cuando pasa del campo teórico al práctico, por más inexperiencia que tenga, logrará cumplir con sus objetivos y metas.

Gracias al efecto Zeigarnik, cuando uno comienza algo, está orientado a terminarlo. Una buena noticia, estamos cerca de nuestros objetivos si nos atrevemos a abordarlos. Sin embargo, como todo consejo barato de autoayuda, tiene su reverso tenebroso. ¿Es bueno acabar todo lo que se comienza?. ¿Resulta positivo ser tan eficaz?. El efecto Zeigarnik es una gran enemigo de la creatividad.

Pablo Picasso hizo más de 40 bocetos para el Guernica. García Márquez era obsesivo en las correcciones de sus obras y cada vez que las releía quería matizar algo, cambiarlo, nunca acababa sus obras. Antonio López ha sido duramente criticado por un retrato sin fin del que fuera Rey de España, Juan Carlos I. Lo comenzó hace 17 años y aún no ha acabado a diferencia del reinado del rey retratado. Patrimonio Nacional ha conminado al pintor a acabar el cuadro, a que cumpla con el contrato que firmó y yo, como jurista de formación, me digo, déjenle crear, tranquilos, por favor. Me parece que el bueno de Antonio López está en un proceso de búsqueda, es capaz de controlar su mente para no de abalanzarse en aras de un cumplimiento, un éxito fugaz, uno más.

Necesitamos tiempo para hacer las cosas bien, y no simplemente para cumplir. Precisamos reflexión, espacio para que maduren nuestros mejores éxitos, las soluciones más brillantes y creativas. Zeigarnik, hágame caso, y sepa incubar, concédase un café. Para algunos será vaguería pero para mi es necesario ser lento. 

Ya ven, mis queridos monos del Senegal, esta semana me debato entre la eficacia y la creatividad, entre la reflexión y la puntualidad, el cumplimiento y la calidad, y no logro quedarme con una sola opción. Continuará...


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